domingo, 18 de noviembre de 2007

Sin título

Ignoro como se llega a tener un modo de vida estándar. Estoy rodeado de pequeñas cosas a las que no pienso renunciar. Los días no pueden ser una sucesión de lunes-martes-miércoles-jueves... La necesidad no es algo que pueda moldear como la arcilla. Hay momentos en que la felicidad es una especie de broma de mal gusto. Tengo llaves que no abren ninguna puerta. El azar se ha cansado de ser siempre el mismo...

La belleza tiene los colores del otoño y camina despacio. A veces me sonríe, pero son las menos. No me deja comer con las manos y me pide a cada instante: acaríciame, ahora no. Parecería imposible componer música sumido en el desconcierto, pero no puedo dejar de sentir el ritmo de su respiración contaminándolo todo. Alejarme de ella ha tenido como consecuencia lo que en medicina se conoce por efecto rebote. De nada me sirve cerrar los ojos; tengo tatuada su imagen en el interior de mis párpados.

Me llama la atención una noticia en la página de sucesos. Hallan a un tipo desnudo en la bañera. Estaba entre vivo y muerto, y eligió la opción segunda. Ningún signo aparente de violencia, salvo en sus recuerdos. Y la humillación de alcanzar la fama con sólo las iniciales de sus apellidos y un nombre corriente.

martes, 13 de noviembre de 2007

Luces, sombras y otros meteoros

Hoy el star system está en la calle y es de color verde fosforito. Quien más quien menos va ataviado con el dichoso chaleco de color chillón. Los empleados o visitantes de una obra, cualquier trabajador de los servicios públicos de emergencias, los empleados de la recogida de basuras, la policía, los bomberos, los que sufren un accidente. No debe ser casualidad que se haya puesto de moda llamar la atención. Incluso ya es una forma de vida. No hacen falta siquiera que te den tu minuto de gloria, sabemos que incluso siendo extravagantes pasaremos desapercibidos.

Sin embargo, el mundo sigue dividiendo los acontecimientos y las personas entre los que son normales y los que no. Pero cualquiera ha tenido la oportunidad de presenciar la aparición de ovnis o fantasmas. Todos tienen algo extraordinario que contar. Yo, he de reconocer que mis heridas en la cabeza, y probablemente la causa de mis desvaríos, son todas producto de golpes con lámparas y dinteles de puertas. Creo que lo más llamativo de esto es mi pertinaz despiste, porque el resto, es perfectamente explicable.

No puedo, aunque quisiera, decir que soy despistado a propósito. Lo cierto es que tanto efecto deslumbrante me tiene la sensibilidad adormecida. No sé si a este paso mi radar dejará de advertir un par de piernas bonitas caminando como ya casi nadie hace. El día que esto pase, acudiré primero al endocrino para que revise mis niveles hormonales. Luego, pasaré consulta por oftalmólogo, siquiatra, cardiovascular... Así, hasta dejar como último al urólogo para que me revise la próstata. Que no están las cosas como para dejarse meter el dedo echando manos a los tobillos. Tal vez le sorprenda a alguien que a esto se le llame tener orgullo...

lunes, 12 de noviembre de 2007

Si no cierras círculos tienes espirales

Hay días en los que lo mejor de tomar una cerveza con los amigos, es la cerveza. Y no hace falta que sea Carlsberg. La honestidad de los creativos de publicidad se reduce a introducir en sus mensajes la palabra posiblemente. Y siempre hay tontos útiles dispuestos a creer en un mundo lleno de ofertas. Entre duros a cuatro pesetas y lleve tres y pague dos, no entiendo como se ha llegado a establecer que un 4x4 es un todo terreno. Supongo yo que este tipo de vehículos no deben conocer el barbecho. Por mucho que lleguen a cualquier lado...

Pero como decía, hay días obtusos y abstraídos en los que lo más inteligente es disfrutar de las pequeñas cosas sin empacho. La saturación no sólo viene descrita en los libros de química, también se da por falta de empatía, lo que son las cosas. No soy hosco ni huraño, pero no dudo que pueda parecerlo. A veces hasta yo lo pienso cuando me giro tras verme en el espejo. Menos mal que las imágenes especulares no son clones en potencia que diría Aristóteles. Acto seguido, apago la luz y desaparece mi gémelo.

Generalmente, esos días que no te llevan a nada y que no echarás de menos, suelen dejar cierto regusto amargo, aunque es muy probable que terminemos achacándoselo al lúpulo. Es más, el mejor remedio para una mala resaca suele ser compartir unas cervezas con los mismos amigos. Y es que por llevar siempre la contraria, cuento entre mis logros acabar bien lo que empezó en desastre. Eso, o soy un pobre infeliz optimista. ¡Qué cosas tengo...!

domingo, 11 de noviembre de 2007

Al hilo de Dylan Thomas


Desgraciadamente parece ser que la lectura de poesía ha quedado únicamente para aquellos que escriben poesía. Una de las razones tal vez sea que la poesía que se enseña en colegios e institutos nada tiene que ver con la que se hace en la actualidad, y que aquella resulta incomprensible para los que se inician. Los versos escritos por autores de siglos pasados pueden ser muy hermosos, pero apenas si dicen nada a quienes están aprendiendo incluso a expresarse. Hubo un tiempo no muy lejano en el que el poeta conectaba con su público con facilidad. Uno de esos ejemplos es Dylan Thomas.

El poeta galés llegó a tener un programa radiofónico que escuchaban cientos de miles de personas. Puede considerársele como el último bardo. Sus largos poemas llenos de figuras vistosas, llegaban a sus oyentes. Y como en los tiempos de Homero, incluso se recitaban de memoria. Heredero de una tradición en la que la poesía estaba muy ligada a la música, los ritmos de sus versos eran tan pegadizos como lo puede ser hoy un tema de Shakira. Incluso su muerte puede ser considerada un preludio de lo que luego sería el ideario de otros ídolos de masas como Jim Morrison o Sid Vicious. La fama de Thomas no se limitó al entorno del que extrajo la inspiración para sus poemas, sino que atravesó de un lado a otro ambos lados del Atlántico.

Pero la fama le vino dada por el contenido, la musicalidad y las imágenes que expresaban sus versos. Seguramente no fue el más moderno en las formas, ni el más audaz en los temas. Pero sirve muy bien para demostrar como su poesía, aun viniendo de la tradición que le precedía, la superaba y se mostraba acorde con las necesidades y los gustos de su tiempo. Dylan Thomas es probablemente uno de los poetas más grandes del s. XX y más admirados por todos. Y sigue todavía vigente...

Esto último, no puede considerarse un halago. Desdice de aquellos que hoy en día leen y escriben poesía. Y más aún de los que la ignoran. La eternidad de la obra literaria no puede venir dada por los tiempos de carestía intelectual y de almas incapaces de emocionarse demasiado. Hoy día hay grandísimos poetas, incluso dentro de los que escriben letras de canciones. El nivel medio de estudios es más elevado que nunca. El ocio es un valor de plena vigencia. La cultura es un valor en positivo; ya no es necesario morir de hambre para ser considerado un genio. Y sin embargo, la poesía, probablemente el arte que engloba el resto de las artes, el lugar donde primero encontró acomodo la filosofía, parece más en crisis que nunca.

Es probable que la solución venga de la mano de mejores poetas. De mejores versos. De mejores lectores. Si uno lee a Dylan Thomas, como a tantos otros genios, se da cuenta que la poesía no puede quedar recluida en formas, temas o estilos. Que las nuevas propuestas han de ir encaminadas a romper moldes. Que teniendo algo que decir y sabiendo como decirlo, es muy posible que aquel que esté a nuestro lado se emocione o nos comprenda. O simplemente, le de por pensar...

sábado, 10 de noviembre de 2007

Haciendo el paseíllo

En tiempos de crisis, es complicado incluso hablar del tiempo. Cualquier tema presenta demasiadas aristas como para conciliar a dos interlocutores cualesquiera. Incluso, basta con encender el televisor, leer el diario o montar en el autobús, para que uno se exalte.

Tal vez sea porque en tiempos de crisis, las costumbres que creemos inamovibles muestran síntomas de debilidad. Y si aquello que hemos tenido por cierto sin preguntarnos por qué, empieza a tambalearse, parece que todo se mueve. La sensación de vértigo no suele ser muy agradable por mucho que a uno le gusten los deportes extremos.

Uno de esos temas de conversación habituales que últimamente parece abrir heridas irreconciliables, son las corridas de toros. Opiniones las hay para todos los gustos. Se dan motivos irrefutables en un sentido y en otro. Eso sí, nadie convence a nadie. Incluso los más sensatos son vistos como radicales por los del bando contrario. Tengo la sensación que cuando alguien inicia una discusión, espera que el otro reconozca la superioridad de sus argumentos o quede puesto en entredicho. No voy a mitificar el mundo de la ciencia o la filosofía, pero si este hubiese el planteamiento inicial de los que se han dedicado a estos menesteres, no se habrían dado los avances que todos conocemos.

Y creo que este es un buen punto de partida para analizar las discusiones que versan sobre esas costumbres ancestrales a las que no se está dispuesto a renunciar. Creo que habría que entender cuales son los motivos que llevan a unos y a otros a ensalzar o denostar el mundo taurino. Porque lo que es más que cierto es que ninguna costumbre es eterna, pero que las cosas no cambian de hoy para mañana. De hecho, el abandono de ciertos usos que habían sido por inherentes a una determinada cultura o forma de vida, se producen porque esa cultura o forma de vida ha perdido su vigencia. Todas las culturas hasta el día de hoy tienen su punto de barbarismo. De hecho, esta que se supone tan desarrollada, tiene como uno de los paradigmas de diversión, poner en riesgo la propia vida haciendo no se qué deporte terminado en ing.

En mi opinión, creo que de la desafección de la mayoría devendrá el desuso y la perdida de la legitimidad para mantener como espectáculo público las corridas de toros. Son muchos españoles ya los que no se sienten en modo alguno representados por lo que significan como cultura. Son muchos los que lo entienden como parte de un pasado a superar. No es menos cierto que son muchos los que todavía ven en él la encarnación de valores a conservar. Y vistas así las cosas, por mucho que unos y otros no tengan toda la razón, no es menos cierto que se tienen que soportar. Ya veremos por cuanto tiempo...

domingo, 4 de noviembre de 2007

Mercado de divisas


De un modo u otro todos tenemos un cierto sentido de pertenencia. Eso parece. Bien sea a un país, a una generación o una cultura, por poner algunos ejemplos. En definitiva, se tiende a encuadrarse a unas referencias espacio-temporales determinadas en las que encontrar acomodo. Un modo de ser y de estar que resulte comprensible al resto.

Sin embargo, siempre hay díscolos que parecen no sentirse a gusto en los esquemas vigentes. Están los que todo su argumentario consiste en que cualquier tiempo pasado fue mejor, y que más tarde o temprano, cuando nos sentimos atropellados por la vida, muchos terminamos por encajar en ese modelo. Y también existe una especie extraña y casi siempre ininteligible a la que la vida parece no ir con ellos.

Este último tipo de individuos suele causar, además de extrañeza, una especie de admiración, mezcla de elucubraciones y envidia. Suele suceder por no se sabe qué circunstancias, que tal vez hubiésemos querido para nosotros una vida muy distinta, incluso la vida de uno de esos sujetos extravagantes... sólo que dudo mucho que nadie acepte como si nada las consecuencias que conlleva. Si bien es cierto que no hay vidas fáciles o difíciles, no es menos cierto que la soledad que lleva aparejada el hecho de ser diferente pueda ser asumida por todos. De hecho, la mayoría de un modo u otro buscamos la aceptación y la compañía del resto.

Yo no sé si quisiera ser otro. No creo tener las respuestas adecuadas para las viscisitudes ajenas. Me basta y me sobra con mis tejemanejes y embrollos. Mi capacidad de empatía no lleva aparejada posibles intercambios de papeles. Tal vez pueda interpretar más de un papel en el teatro de la vida, pero prefiero ser dueño de mis propios monólogos. Y el público, ¿qué dice? Para variar, división de opiniones hasta en los silencios.

viernes, 2 de noviembre de 2007

Enola Gay


Soy un tipo permanentemente perpeplejo. De tal modo es así que finalmente dejará de ser metáfora lo de tener cara de haba. Se me escapan los mecanismos que rigen el mundo de la información. Y lo que más me preocupa, es que los titulares de hoy en los noticieros, mañana figurarán en los libros de historia. Y abunda la propaganda. Se da barniz de héroe a auténticos villanos. Y se desprestigia sin rubor alguno a quien tan sólo se limita a existir.

Hoy ha fallecido el tipo que puso el nombre de su madre al avión que tiró la primera bomba atómica. Uno pensaría que tal sujeto únicamente se limitaba a cumplir órdenes. Todos sabemos como funciona cualquier estamento militar del mundo, así que nada sorprende. Convertir en sinónimos obediencia y borreguismo nunca fue una buena cosa, pero así es desde el primer conato bélico. Pero sucede que en este caso, parece que hubo un arrepentimiento por parte del piloto, nos dijeron que abrumado por los efectos de la acción que él llevó a cabo, tomo rumbo al lugar que arrasó para ayudar a levantarlo. Así fue contado.

Hoy que a muerto, nos volvemos a enterar que en dicho sujeto jamás hubo el más mínimo atisbo de remordimiento, que en verdad, daba conferencias en los que defendía aquella actuación, de la que incluso decía sentirse orgulloso porque estaba convencido de haber evitado un mal mayor. ¿Cual es la verdad? Intuyendo, pues ya no puedo decir que sé, como son quienes pergeñan las noticias y del mundo que provienen, la última versión tiene más visos de ser cierta, por mucho que yo quisiera que fuese la primera.

Obviamente desconozco los motivos ocultos para fabricar las noticias de tal modo. Conozco sus efectos. Todo el mundo duda de todo, no al modo cartesiano, ni siguiendo el modelo del relativismo. Se duda por pura desconfianza. Se duda de hasta lo legítimo. Confusos todos, la mayoría se aferra a quien ofrece la seguridad de lo malo conocido. En el caos, los que gritan pidiendo orden se imponen.

Ante lo irremediable, sólo cabe la resistencia y el trabajo silencioso. No cabe convencer a nadie...