miércoles, 26 de noviembre de 2008

¡¡¡Más madera!!!

Cada año parecen llegar antes las Navidades. Esta sensación recurrente, ha conseguido que deteste dichas fechas. Exhibir el estandarte de la generosidad como reclamo para un aumento del consumo es algo que me provoca una sensación más desagradable que la naúsea. Y este año, los poderes públicos de los autodenominados países desarrollados y adalides de la democracia, ergo el jodido primer mundo, han decidido, en contra de los fundamentos que sustentaban sus economías hasta ayer mismo, regalar los bienes que a través de impuestos consiguen de sus ciudadanos a las empresas que han caído presas de aquellos fundamentos que defenderían hoy mismo, si no fuera porque la espada de Damocles, no sólo está presente sino que además pincha.

A mí, que los gobiernos decidan ser generosos con la élite empresarial, es algo que no me sorprende. Unos se dan de comer a los otros, y hasta tienen la razonable certeza de necesitarse. Si fueran protagonistas de una película romántica, yo diría que, a su manera, se quieren. Lo que me toca los cojones es la impasibilidad de quienes debieran estar cuestionando qué se hace con los impuestos de los ciudadanos. Porque a este paso, lo de ciudadano va a dejar de ser una broma de mal gusto, para convertirse en la esclavitud del insulto. Y que nadie me venga dando por culo diciendo que en estos momentos hay que ir todos a una, o formulando la pregunta retórica de todo imbécil: ¿qué harías tú?

Pues yo, lo tengo muy claro. Si de verdad se estima que el sistema corre peligro, y que hay que acudir en socorro de los sivergüenzas que no dudan en despedirme del trabajo regateándome hasta el último de mis derechos, que se haga. Pero que no se regale ni un puto duro. Que lo devuelvan a sus legítimos dueños. ¿Cómo? No propongo ni siquiera la fórmula del préstamo...

Exigiría que no pudieran deslocalizar la empresa en los siguientes 50 años (se lo exigiría a toda empresa que recibiera ayudas estatales). Exigiría que una vez se saliera de la crisis, aumentaran sus plantillas un 10%. Exigiría que los años que se superara el crecimiento económico del PIB en torno al 2%, tributaran a Hacienda un 5% más. Exigiría que en los siguientes 10 años, aumentaran su inversión en desarrollo un 15% más. Exigiría que sólo pudieran comprar materias primas, invertir en valores, empresas a países que respeten los derechos humanos y los derechos de los trabajadores. Y alguna cosa más exigiría... Y al que no aceptara, papá estado nada le daría, porque a los niños malos los reyes sólo les traen carbón. Y que con eso, se enciendan sus estufas.

Lo que yo me pregunto es: ¿por qué ninguna voz se alza para hacer propuestas en este sentido? Todavía vivimos demasiado bien me parece. A ver si hay suerte y esta crisis termina por hundirnos. No merecemos menos.