martes, 23 de diciembre de 2008

Corporativismo judicial

Hoy, el consejo general del poder judicial ha decidido mantener la sanción sobre un juez de 1.500 euros, impuesta porque en el ejercicio de sus funciones, estas no fueron correctamente atendidas. Omiten el resultado de dichas acciones. Ese resultado, fue, más que probablemente, una de las causas que propiciaron la muerte de una niña a manos de un violador.

Me es absolutamente indiferente la condición de los perjudicados. El hecho es que uno de los órganos superiores de la justicia española ha hecho causa común con una persona que, cuanto menos, habría de ser condenada por irresponsable.

Olvidan los jueces de modo consciente que son garantes de algo que se llama justicia. Olvidan también que son muchas las causas en las cuales dictaminan el fallo en función de las consecuencias. Olvidan muchas cosas los jueces en este caso y en otros muchos. Ampararse y salvaguardarse en el poder que ostentan, además de ser constituvo de delito por las mismas leyes que dicen aplicar, sólo les conlleva el descreímiento y la animadversión por parte de la opinión pública. Y esta, por muy borrega que sea, que lo es, no es tan absolutamente imbécil como para pasar por alto tan salvaje atropello.

Omito los sentimientos que me causa esta muestra de obsceno corporativismo. Omito lo que les deseo a los sujetos que han tomado tal decisión. Me merecen el mayor y más absoluto de los desprecios. No se merecen en modo alguno los cargos que desempeñan. Con su sola existencia ensucian la idea, el concepto y la palabra justicia.

Si en algún momento pudiesen haber recibido la comprensión de parte del resto de la sociedad por la falta de medios de la que dicen padecer, la perdieron desde el mismo momento en que decidieron participar con su silencio complice de los engranajes corruptos y/o defectuosos del sistema. Una vez acaecidos los hechos, no pueden solicitar el amparo por tales taras.

Espero que desde cualquiera de las otras instancias del estado, se repare el agravio. Es de justicia. Y espero además que se sancione a todos aquellos que siquiera se mantengan silenciosamente cómplices ante esta muestra de despotismo, de usurpación del poder popular, de este intento de convertir en derecho unos privilegios. Sepan que todo lo que tienen es gracias a los demás. Que nada se les da por gracia divina. Que están ellos como podrían estar otros.

Es hora que a las más altas instancias judiciales accedan las clases más populares. Es hora de recordarles a los afortunados, que si el pueblo quiere, dejarán de ser lo que son. Y es hora que dejen de serlo.

jueves, 4 de diciembre de 2008

D.E.P.

Donde mejor se puede percibir hasta donde alcanza la estupidez del posmodernismo malentendido, es en el marketing. En virtud de este, la estatua de la libertad es posible que sea considerada como una de las maravillas del mundo por encima de cualquiera cosa que pueda nombrarse en este momento: Solemne gilipollez. Y el marketing extendido a todos los ámbitos de lo humano, consigue absurdos que ni el más excéntrico de los surrealistas podrían imaginar. Si de algo se aprovecha el marketing es de la ignorancia del que cree saber porque tiene un título adornando la pared de su salón.

Acabo de escuchar al único "master of wine" español por la radio. Hablaba con ese aire de superioridad que da no ser profeta en su tierra. Lo paradójico es que acogerse al reconocimiento anglosajón en asuntos vinícolas es más propio de alguien que aspira a ser cabeza de ratón por resultarle insufrible ser cola de león. En resumen, si tuviera que diagnosticarle una enfermedad me decantaría por la idiocia. Aviso a los navegantes de agua dulce que de mis afirmaciones anteriores no puede concluirse que sostenga que, todo nacido en España, por el hecho mismo de tal suceso, nace sabiendo de vinos, amén otras cualidades innatas (como por ejemplo, saber de toros). Pero no es menos cierto, que ciertas instituciones constituidas para crear opinión y a tal efecto, pretenden arrogarse el saber que le es propio a determinadas culturas. ¿Con qué intención? Pues la única que les es rentable: promocionar el producto de quien les paga... En definitiva, darle al consumidor gato por liebre.

Resulta insufrible que para poder tratar los asuntos más nimios uno tenga que ser casi ingeniero, de tal modo que cualquiera puede contratar una conexión wifi cuando casi nadie sabe proteger la señal de esta mediante contraseña. Por el contrario, todo el mundo se siente capacitado para definir que es la verdad, cuáles son los principios o en qué consisten los derechos; lo que me asombra más de lo anterior, es que casi nadie dedica más de un par de minutos en su vida a reflexionar sobre ello. Se dicen demasiadas sin pensar... Esa frase que dice que "las opiniones son como el culo; todo el mundo tiene la suya" encierra una verdad, aunque no es la que se le supone.

Finalmente sucede lo que al señor titulado en vinos por no sé qué escuela californiana: No se puede esperar que te aplaudan fuera de tu círculo de influencia. No se puede hablar con quien no sabe lo mismo que tú, del mismo modo que tú y por los mismos motivos que tú. No sé cómo todavía nadie le ha puesto nombre de síndrome a esto que describo: Algo así como "Discurso Endogámico Polivalente"...