Hay amaneceres que parecen anunciar apocalipsis. De las nubes cuelgan jirones naranjas y la mañana se intuye pálida. Sería un buen momento para hacer con los recuerdos una especie de efecto túnel. Siempre será más fácil que salir de un supermercado sin pasar por caja. La miseria de la memoria apenas si permite recoger las llaves de casa. Cuando uno se encuentra perdido siempre termina por acordarse de Ítaca. Todos a mi alrededor tienen mi mismo rostro confuso. Extraño éxodo este en el que cada cual tiene un camino diferente...
Cada día tengo un proyecto nuevo que por la noche olvido a propósito en el desván. Antes de acostarme miro por la claraboya de este, pero apenas sí sé distinguir una estrella de un cometa. Supongo que es una manera excéntrica más de perder el tiempo, sobre todo porque dejo al hombre que todos imaginan en mí en un extremo de la habitación. Pienso en todos aquellos que echo de menos mientras me enciendo un cigarro. Las volutas de humo a veces simulan figuras fantasmagóricas, pero el azar jamás devuelve los pasos perdidos.
A veces quisiera poder dar respuesta a mi dolor en forma de lágrimas, pero las cosas que nadie ve dicen que no existen. Ojalá la vida fuera como un problema de álgebra. Ojalá el amor fuera cosa de la estadística. Hoy, como siempre, los cantos de las sirenas anuncian una tragedia, sólo que ahora suele hacerse un atestado. En esta tela de araña no faltan las moscas suicidas. El tiempo se debate entre el génesis y el hastío. Se podría decir que he tenido días mejores...
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