Los hay para reafirmar los rizos, para eliminar la grasa, los que combaten la caspa, especiales para recien teñidos, para prevenir la caída.. Camomilla, zyritione o aloe vera, cualquier sustancia o fórmula química puede tener aplicación en la industria del champú. Todo es poco para la industria del pelo. Pero, ¿y el champú para calvos? Acaso se nos vaya a negar el derecho a tener un jabón adecuado a nuestras necesidades. Acaso, ese aura de malditismo infausto sea la causa que nos impida disfrutar de las friegas de espuma en la cabeza...
Pero, ahora que ser calvo ya no es ese destino inevitable al que te aboca la dichosa genética, o un ataque de estrés, o el exceso de testosterona; ahora que uno no es, sino que está calvo, porque la calvicie está de moda; ahora que uno se rapa del todo la testa por solidadaridad o por exhibicionismo; ahora es llegado el momento de reclamar un gel para la falta de cabello. No se nos puede negar ese placer de la ducha. Ya es suficiente con tener que renunciar a una tarde en la peluquería.
Ya no es exigir respeto, ni reclamar tolerancia. Es nuestro derecho a participar en la industria del consumo. Es una petición justa a participar en condiciones similares de la exaltación de la banalidad. Basta de la discriminación a los que carecemos de cabellera. Que no se nos recluya en la ignominia de la peluca. En el calvario de los implantes. El mundo también es nuestro.
2 comentarios:
Iñaki, el abrazo. Llegué por Alvaro Loyza y a raíz de "Cómo me quedé calvo". Buen enlace, saludos.
Gracias por tu comentario, Gabriel. Y que se entere la industria del champú que nadie como nosotros para apreciar sus bondades.
Un saludo...
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