He de reconocer que si la verdad se me presentara delante no sabría reconocerla a primera vista. Carezco de esa virtud. Poseo la torpeza del que se ve obligado a analizarlo todo en la medida de mis posibilidades. No, no es que sea uno de esos que se aferran a ese principio del seudorelativismo que afirma que si existo, yo también puedo tener una verdad. De aquí me nace el temor a empezar las frases con el tan manido "yo creo que..." o, en su defecto, "yo opino...".Tiendo de hecho a decir siempre que no a cualquier afirmación subjetiva que se me presente.
En cierto modo me admiran las certezas de los demás. Me admira como alguien puede asegurar tener un conocimiento seguro construido a partir de un adjetivo. De la verdad, nombre nada común, se llega a lo verdadero, pero es inversamente el camino cuando es de lo cierto que se llega a la certeza. Que del adjetivo se llegue al nombre, vuelve endeble al mismo, endeble y matizable. Así pues, una sola verdad tiene más consistencia que el conjunto de todas las certezas. Pero no deja de admirarme el hecho de no saber reconocer una tan sola y carecer de todas ellas.
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