jueves, 4 de diciembre de 2008

D.E.P.

Donde mejor se puede percibir hasta donde alcanza la estupidez del posmodernismo malentendido, es en el marketing. En virtud de este, la estatua de la libertad es posible que sea considerada como una de las maravillas del mundo por encima de cualquiera cosa que pueda nombrarse en este momento: Solemne gilipollez. Y el marketing extendido a todos los ámbitos de lo humano, consigue absurdos que ni el más excéntrico de los surrealistas podrían imaginar. Si de algo se aprovecha el marketing es de la ignorancia del que cree saber porque tiene un título adornando la pared de su salón.

Acabo de escuchar al único "master of wine" español por la radio. Hablaba con ese aire de superioridad que da no ser profeta en su tierra. Lo paradójico es que acogerse al reconocimiento anglosajón en asuntos vinícolas es más propio de alguien que aspira a ser cabeza de ratón por resultarle insufrible ser cola de león. En resumen, si tuviera que diagnosticarle una enfermedad me decantaría por la idiocia. Aviso a los navegantes de agua dulce que de mis afirmaciones anteriores no puede concluirse que sostenga que, todo nacido en España, por el hecho mismo de tal suceso, nace sabiendo de vinos, amén otras cualidades innatas (como por ejemplo, saber de toros). Pero no es menos cierto, que ciertas instituciones constituidas para crear opinión y a tal efecto, pretenden arrogarse el saber que le es propio a determinadas culturas. ¿Con qué intención? Pues la única que les es rentable: promocionar el producto de quien les paga... En definitiva, darle al consumidor gato por liebre.

Resulta insufrible que para poder tratar los asuntos más nimios uno tenga que ser casi ingeniero, de tal modo que cualquiera puede contratar una conexión wifi cuando casi nadie sabe proteger la señal de esta mediante contraseña. Por el contrario, todo el mundo se siente capacitado para definir que es la verdad, cuáles son los principios o en qué consisten los derechos; lo que me asombra más de lo anterior, es que casi nadie dedica más de un par de minutos en su vida a reflexionar sobre ello. Se dicen demasiadas sin pensar... Esa frase que dice que "las opiniones son como el culo; todo el mundo tiene la suya" encierra una verdad, aunque no es la que se le supone.

Finalmente sucede lo que al señor titulado en vinos por no sé qué escuela californiana: No se puede esperar que te aplaudan fuera de tu círculo de influencia. No se puede hablar con quien no sabe lo mismo que tú, del mismo modo que tú y por los mismos motivos que tú. No sé cómo todavía nadie le ha puesto nombre de síndrome a esto que describo: Algo así como "Discurso Endogámico Polivalente"...

1 comentario:

Unknown dijo...

En una sociedad de hipocresía el marketing es su mejor herramienta. Y sobre verdades personales, bueno eso sería una reflexión demasiado larga para exponerla en un comentario jejeje.

Un saludo