sábado, 6 de marzo de 2010

Hola

Hola. Por fin unas palabras. No es el día de decir todas las que faltan. Basta con un “te quiero”. Incondicional. Como de otro modo no podría ser. Voy conociéndote en la mirada de tu madre. En esos ojos azules que me seducen incluso desde la celda de sus sueños. Que me prenden y me sumen en ensoñaciones que me remiten a tu nombre. Tu nombre… Tan sólo una palabra que lo dirá todo de ti. Que no significará apenas nada fuera de este mundo recién creado. De esto que se da en llamar familia. Y que crece según te haces fuerte en el vientre de tu madre. Según te haces valer en la memoria de quienes ya anuncian que te quieren.

Cuántas certezas y cuántas dudas. El tiempo irá dilucidando unas y otras. Siempre habrá un momento para cada una de ellas. Bastará darles paso. Te voy a esperar escribiendo. Haciendo lo que mejor sé. Convertir en palabras el polvo del aire, recoger en versos lo que le robo al viento. Te espero, con o sin pan, con los brazos abiertos; no habrá hambre insoportable que no pueda redimir tus besos. “Contigo pan y cebolla” no es sólo otro descubrimiento. Otro modo de ver el mundo. Un transitar diferente por las vidas que toco y de las que jamás seré dueño. Entre afortunado y agradecido, sin tener muy claro en qué porcentaje. Evidentemente, un privilegiado.

Eso sí, sigo siendo ese convencido convicto confeso, de las luces y sombras que me definen como aquel que se pasa la vida echando a alguien de menos. Este tiempo que nos resta hasta que pueda abrigarte en mis brazos también es bienvenido. Aunque haya momentos en que me coma por dentro…

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