viernes, 7 de diciembre de 2007

Entre enciclopedias y diccionarios

Con lo rico que es el castellano, y no me sale una puñetera palabra... Tengo a la vista hasta el diccionario panhispánico de dudas, y estoy igual que estaba. No sé si pedirle ayuda a María Moliner, no vaya a ser que termine casándome con ella.

Hay soledades compartidas, que no son otra cosa que una especie de mal de muchos y consuelo para tontos. Tantos balbuceos no sé si serán los efectos colaterales del complejo de Peter Pan. La última vez que me sentí verdaderamente adulto me dolían huesos que ignoraba tener. Pertenezco a una generación a la que se les olvidó poner fecha de caducidad en un lugar visible. Sin embargo, casi todos habitan lugares comunes de los que salen a buscar fotografías con las que alimentar sus recuerdos. Con lo rico que es el castellano y a veces no me sabe a nada...

Esta manera de estar en el mundo que nada tiene de original, nos convoca a bailes por turnos, a amores de estraperlo, a miradas de soslayo, a incesantes estribillos, a cambiar el mundo a precio de saldo. Con lo rico que es el castellano, y me quita hasta lo prestado...

Ya no sé si es cuestión de palabras. O de redefinir conceptos. O la dictadura de la imagen. O es que tengo muchos malos días en los que nadie me habla de quimeras, que nadie grita revoluciones, que nadie susurra sus amores... Que el logopeda venga a corregirme la dislexia. Con lo rico que es el castellano, hay días en que no sé qué es pero algo echo en falta.

2 comentarios:

Dr. Espinosa dijo...

No sé cómo escribirá usted cuando encuentra las palabras, pero para un hombre de ciencia como yo acaba de dejarme boquiabierto.
Pasaré por aquí siempre que pueda encontrar el camino de vuelta.

Anónimo dijo...

No si si olvidaste el castellano, pero en tu narrativa se respiran esencias fuertes, palabras rotundas y criticas implacables... mis mas cordiales saludos. Anónima.