domingo, 11 de noviembre de 2007

Al hilo de Dylan Thomas


Desgraciadamente parece ser que la lectura de poesía ha quedado únicamente para aquellos que escriben poesía. Una de las razones tal vez sea que la poesía que se enseña en colegios e institutos nada tiene que ver con la que se hace en la actualidad, y que aquella resulta incomprensible para los que se inician. Los versos escritos por autores de siglos pasados pueden ser muy hermosos, pero apenas si dicen nada a quienes están aprendiendo incluso a expresarse. Hubo un tiempo no muy lejano en el que el poeta conectaba con su público con facilidad. Uno de esos ejemplos es Dylan Thomas.

El poeta galés llegó a tener un programa radiofónico que escuchaban cientos de miles de personas. Puede considerársele como el último bardo. Sus largos poemas llenos de figuras vistosas, llegaban a sus oyentes. Y como en los tiempos de Homero, incluso se recitaban de memoria. Heredero de una tradición en la que la poesía estaba muy ligada a la música, los ritmos de sus versos eran tan pegadizos como lo puede ser hoy un tema de Shakira. Incluso su muerte puede ser considerada un preludio de lo que luego sería el ideario de otros ídolos de masas como Jim Morrison o Sid Vicious. La fama de Thomas no se limitó al entorno del que extrajo la inspiración para sus poemas, sino que atravesó de un lado a otro ambos lados del Atlántico.

Pero la fama le vino dada por el contenido, la musicalidad y las imágenes que expresaban sus versos. Seguramente no fue el más moderno en las formas, ni el más audaz en los temas. Pero sirve muy bien para demostrar como su poesía, aun viniendo de la tradición que le precedía, la superaba y se mostraba acorde con las necesidades y los gustos de su tiempo. Dylan Thomas es probablemente uno de los poetas más grandes del s. XX y más admirados por todos. Y sigue todavía vigente...

Esto último, no puede considerarse un halago. Desdice de aquellos que hoy en día leen y escriben poesía. Y más aún de los que la ignoran. La eternidad de la obra literaria no puede venir dada por los tiempos de carestía intelectual y de almas incapaces de emocionarse demasiado. Hoy día hay grandísimos poetas, incluso dentro de los que escriben letras de canciones. El nivel medio de estudios es más elevado que nunca. El ocio es un valor de plena vigencia. La cultura es un valor en positivo; ya no es necesario morir de hambre para ser considerado un genio. Y sin embargo, la poesía, probablemente el arte que engloba el resto de las artes, el lugar donde primero encontró acomodo la filosofía, parece más en crisis que nunca.

Es probable que la solución venga de la mano de mejores poetas. De mejores versos. De mejores lectores. Si uno lee a Dylan Thomas, como a tantos otros genios, se da cuenta que la poesía no puede quedar recluida en formas, temas o estilos. Que las nuevas propuestas han de ir encaminadas a romper moldes. Que teniendo algo que decir y sabiendo como decirlo, es muy posible que aquel que esté a nuestro lado se emocione o nos comprenda. O simplemente, le de por pensar...

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