sábado, 10 de noviembre de 2007

Haciendo el paseíllo

En tiempos de crisis, es complicado incluso hablar del tiempo. Cualquier tema presenta demasiadas aristas como para conciliar a dos interlocutores cualesquiera. Incluso, basta con encender el televisor, leer el diario o montar en el autobús, para que uno se exalte.

Tal vez sea porque en tiempos de crisis, las costumbres que creemos inamovibles muestran síntomas de debilidad. Y si aquello que hemos tenido por cierto sin preguntarnos por qué, empieza a tambalearse, parece que todo se mueve. La sensación de vértigo no suele ser muy agradable por mucho que a uno le gusten los deportes extremos.

Uno de esos temas de conversación habituales que últimamente parece abrir heridas irreconciliables, son las corridas de toros. Opiniones las hay para todos los gustos. Se dan motivos irrefutables en un sentido y en otro. Eso sí, nadie convence a nadie. Incluso los más sensatos son vistos como radicales por los del bando contrario. Tengo la sensación que cuando alguien inicia una discusión, espera que el otro reconozca la superioridad de sus argumentos o quede puesto en entredicho. No voy a mitificar el mundo de la ciencia o la filosofía, pero si este hubiese el planteamiento inicial de los que se han dedicado a estos menesteres, no se habrían dado los avances que todos conocemos.

Y creo que este es un buen punto de partida para analizar las discusiones que versan sobre esas costumbres ancestrales a las que no se está dispuesto a renunciar. Creo que habría que entender cuales son los motivos que llevan a unos y a otros a ensalzar o denostar el mundo taurino. Porque lo que es más que cierto es que ninguna costumbre es eterna, pero que las cosas no cambian de hoy para mañana. De hecho, el abandono de ciertos usos que habían sido por inherentes a una determinada cultura o forma de vida, se producen porque esa cultura o forma de vida ha perdido su vigencia. Todas las culturas hasta el día de hoy tienen su punto de barbarismo. De hecho, esta que se supone tan desarrollada, tiene como uno de los paradigmas de diversión, poner en riesgo la propia vida haciendo no se qué deporte terminado en ing.

En mi opinión, creo que de la desafección de la mayoría devendrá el desuso y la perdida de la legitimidad para mantener como espectáculo público las corridas de toros. Son muchos españoles ya los que no se sienten en modo alguno representados por lo que significan como cultura. Son muchos los que lo entienden como parte de un pasado a superar. No es menos cierto que son muchos los que todavía ven en él la encarnación de valores a conservar. Y vistas así las cosas, por mucho que unos y otros no tengan toda la razón, no es menos cierto que se tienen que soportar. Ya veremos por cuanto tiempo...

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