lunes, 29 de octubre de 2007

Cantos de sirena para cayucos

Las historias que surgen en torno a una patera no sé si han dejado ya de conmover a los oídos occidentales. Es posible que dentro de un par de decadas se cuenten en torno al fuego en los lugares de origen de los protagonistas. Tienen todos los ingredientes. Héroes y villanos se entremezclan conformando un mundo que apenas si resulta comprensible para quienes estamos habituados a una forma de vida radicalmente distinta. Y la repetición morbosa de las imágenes en los medios de comunicación termina por distorsionar nuestra percepción, insensibilizándonos al mismo tiempo.

Sin embargo, aquellos que tienen la ocasión de entrar en contacto con los supervivientes de una epopeya que supera en mucho nuestra imaginación homérica, esos que en algún momento se encuentran participando en dicha situación, quedan marcados para siempre, con la memoria comprometida y un conjunto de preguntas ante las cuales jamás nadie supo dar respuesta.

La vida nos lleva y nos trae por caminos insospechados, y quizás la biología pueda explicar mejor ciertas cosas que la filosofía. Porque los motivos por los cuales un hombre deja todo lo que ha sido hasta entonces su existencia, para embarcarse en una nave que no merece tal nombre con la que cruzar el mar que lo separa de una vida mejor (y aquí, mejor debería ir entrecomillada siempre) difícilmente pueden resumirse en una serie de conceptos elaborados en circunstancias absolutamente diferentes. Cuando nada se tiene, uno no arriesga la vida porque sí.

Me resulta imposible valorar, medir, mensurar. No puedo decirle a nadie que semejante viaje no merece la pena. No puedo decirle a uno de esos argonautas con hambre de hambre, que aquí se dan las condiciones para sustituirla por hambre de gloria. De hecho, su aventura sólo servirá para ser comentada durante un par de días en los informativos, su nombre será tan anónimo como siempre. Y si muere, es más que probable que no haya nadie para llorarle. Y, ¿qué homenaje puede hacérsele en justicia?

Ni siquiera sé a ciencia cierta los adjetivos que habría de utilizar para describir el regusto que me dejan noticias como la última de la que he tenido conocimiento. Un único superviviente ha quedado del viaje que iniciaron, se dice que más de cincuenta. Según morían de inanición, los supervivientes los abandonaban en mitad de la nada. Y al final sólo quedó el que patroneaba la embarcación. Al único que se pudo rescatar con vida. Describirlo como un conjunto de sueños que terminaron en pesadilla, no puede en modo alguno aproximarnos a la verdad. De hecho no sé qué pensar. He perdido la referencia sobre lo que es soñar, desear, querer, anhelar. No sé si he tenido un mal día, o los tenido todos... Y ahora, ¿cómo puedo pasar a publicidad?

1 comentario:

Salamina Soldier dijo...

He visto que has escrito sobre Carver. Si quieres leer algo más:

http://www.hoynoestoyparabromas.blogspot.com/

Es algo posteado recientemente.
Saludos.