lunes, 8 de octubre de 2007

El conseguidor


Tenía ese don que consiste en que nada más abres la boca, lo tienes todo. Se podría pensar que eso le abocaba a una vida resuelta. Sin necesidad de genios ni de lámparas tenía una capacidad ilimitada para alcanzar sus deseos. Era de esos tipos que se dice que nacen con el pie derecho. De facto, desconocía el significado de la palabra imposible. De tan lejos que pudo llegar se pensó en redefinir conceptos como plusmarca o infinito. Nunca necesitó dejar nada para el día siguiente...

Vistas así las cosas, sucedió que a su alrededor sólo había interés por lo que podía ofrecer. Dejó su trabajo de intermediario porque le auguraron un gran futuro como negociador. Sus amigos le decían que para él no habría día del juicio final. Su mujer le dejó por no poder llevar los pantalones en casa. Su hija cambió su nombre por el de Electra.

Falleció el día que se agotó su capacidad de sorpresa. Para los que sostienen que no hay victorias sin derrotas, alegrías sin tristezas, en una especie de balanza cósmica, ese día será recordado porque muerto el hombre más feliz, como una especie de paradoja, en vez de reordenarse el orden natural y ocupar aquel lugar privilegiado entre muchos de los que estaban en el platillo fatídico, ese día nacieron los que luego fueron recordados como toda una generación de desgraciados...

3 comentarios:

Anónimo dijo...

y hace cuanto q no felicito a nadie, y bueno ya te tocaba...lo sigo leyendo y me sige gustando,y mientras tu sigas escribiendo yo segire felicitando .. mis besos

Janeka

Unknown dijo...

Totalmente de acuerdo con Janeka.

Me ha gustado mucho el texto, de esos que empiezan y acaban dando la vuelta a la tortilla; lo que es genial acaba, como todo, como tú.

Iñaki Arbeloa dijo...

Gracias a ambos por vuestras palabras. Estos personajes en apariencia estrambóticos no son sino malas copias de lo que nos encontramos día a día. No repetiré aquello de "la realidad...". Sé bien que es complejo decidir dónde y cuándo empiezan y terminan las historias. Hasta el cómo se escapa de nuestras manos. Debe ser porque lo rocambolesco es inherente al ser humano.
Janet besos para tí, un día de estos hablamos.