miércoles, 3 de octubre de 2007

Raymond Carver


Si hay un género literario que ha alcanzado cotas de brillantez en el s. XX, es el del cuento. La lista de autores se haría interminable y, por ende, la de relatos. Pero de todos los narradores, del que me siento más cercano es de ese diseccionador de lo que se conoce por americano medio, uno de esos yankees vestido con tejanos y camisa a cuadros al cual le suceden cosas corrientes en un mundo monótono y pequeño. Raymond Carver es ese escritor que fue capaz de dotar de poesía a la pesca del salmón, a los paseos por entre aserraderos, a las cafeterías donde sólo sirven pastel de manzana, a los que beben whisky para poder ir al tajo.

Carver modela un mundo que conoce a la perfección, da voz a la cotidianeidad, a todo un elenco de personajes comunes que siempre habían pasado despaercibidos, vidas sin ningún interés nos cuentan sus pequeñas epopeyas... Por fin el coro cobra protagonismo. Lo ordinario se despoja de sus mejores galas y muestra la hermosura de su sencillez. A diferencia de Quevedo o Chejov, como ejemplos de escritores que rescatan lugares y personajes comunes, Carver no pone énfasis alguno en lo extrardinario, en aquello que podría llamar la atención por no ser el pan nuestro de cada día. Tal vez, lo que Ray consigue es rescatar a los sentimientos de sus corsés. Nos revela que no hay esquemas, que ante situaciones similares, la peculiaridad de cada cual le hace reaccionar de modo distinto, que nadie es dueño absoluto de la alegría o la tristeza, que no hay patrones ni arquetipos... Consigue el milagro de mostrar la complejidad del ser humano, de las circunstancias de cada cual, poniendo en el centro de la acción a tipos anónimos sin sacarlos de su anonimato. Carver le niega al hombre corriente el minuto de gloria de Warhol. Por eso nos resulta creíble, por eso se le califica de auténtico, por eso se le incluye en el realismo sucio...

Una cosa más. En la escritura de Carver está la clave de por qué es inimitable: No hay modelos de vida a seguir, los caminos están por hacerse, todo futuro por muy previsible que sea es impredecible... Todo yo sale de un ellos cualesquiera.

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