martes, 30 de octubre de 2007

Cesc Fábregas

En el fútbol de hoy abundan los grandes nombres. Jugadores de una única temporada. Peloteros con tan sólo prestigio. Estrellas de minúsculos sistemas solares. La decadencia que se observa en el fútbol mundial desde los años noventa tiene su mejor representación en la fugacidad de sus principales valedores. No sé si el dinero lo corrompe todo, pero sí que es verdad que ha deformado absolutamente la manera de entender este deporte que amo. Aunque cada vez menos...

A día de hoy, las grandes esperanzas de este deporte están depositadas en una serie de jóvenes que en el último mundial no dieron del todo la talla. Probablemente no esté siendo muy justo, pero es un mal síntoma. Messi, Cristiano Ronaldo, Rooney o Cesc Fábregas son esos nombres. Cada uno representa una manera de entender el fútbol muy particular. A ellos podríamos unirle Alves, y ya tendríamos el repóker de ases. Si atendemos a la prensa, Messi lleva ventaja sobre todos ellos, pero la pregunta correcta es: ¿marcará alguno de ellos una época?

Personalmente soy muy escéptico, pues aunque todos tienen condiciones para ello, la dinámica en que el fútbol se mueve a día de hoy, sólo me lleva a pensar que todos serán fagocitados por el mercado. Las leyes de este, llevan a los deportistas a equipos en los que difícilmente pueden desarrollar todo su potencial. La estructura de los equipos y la escasa personalidad de los futbolistas (sometidos a los intereses de sus representantes) son el antídoto para la forja de una leyenda.

De todos modos, si alguno de ellos me merece todavía algún crédito, es el joven español del Arsenal. Las razones son las siguientes: el equipo donde milita es un equipo joven y con mucho talento en todos sus miembros; Arsene Wenger es el entrenador de ese equipo y lo ha hecho a su medida, juega tal y como él entiende el fútbol y su crédito en todos los estamentos del club es superlativo; aun habiendo salido muy joven de su ciudad y equipo natal, Cesc ha manifestado por el momento una total fidelidad al proyecto londinense; y además, Cesc no sólo es el eje sobre el cual gira todo el fútbol del Arsenal, sino que además es su capitán.

Todas esas condiciones, que no premisas pues no aseguran nada, unidas al enorme talento que atesora, a su maravillosa visión del juego, a su inteligencia para controlar el tempo de partido y encontrar la mejor de las soluciones al juego, hacen de Cesc ese jugador capaz de marcar una época. Pero no se puede olvidar que la historia suele reservar sus lugares más privilegiados a los vencedores, y que el Arsenal o la selección española cambien la dinámica de segundones en las competiciones donde participan es algo complicado. En el caso de España, dada su trayectoria no se vislumbra siquiera mejoría en el medio plazo.

Aun así, si ninguno de estos cracks último modelo consigue satisfacer los paladares de aquellos que le pedimos honestidad al juego en vez de fuegos artificiales, seguro que será reemplazada con celeridad por una nueva hornada de jugadores que llenen las portadas de la prensa deportiva. Y si Cesc representa a esa generación de españoles que ya no temen salir al exterior para triunfar, que no se conforman con ser cabeza de ratón, la actual realidad sociopolítica hispana ya tiene su estandarte: Bojan Krkic...

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