jueves, 25 de octubre de 2007

¿Increíble?

Tenía el don de la credulidad. Tan era así que profesaba tres o cuatro religiones y al menos el doble de herejías. No se puede decir que fuera por inocencia, sino más bien por un particular espíritu crítico. Como en la mayoría de las ocasiones carecía de datos suficientes para decidir si lo que le contaban era verdadero o falso, tendía a pensar que no había motivo alguno para que le mintieran.

Con sus relaciones amorosas le pasaba tres cuartos de lo mismo. Así las cosas, ante las infidelidades solía llevar los cuernos con desenvoltura, como si nada. No sufría de desengaños ni de traiciones, simplemente aumentaba su nivel de conocimiento. Reaccionaba con la naturalidad del que siempre está aprendiendo.

Era el perfecto alumno aventajado, el preferido de los maestros. El más útil de los empleados en una empresa de atención al cliente: siempre escuchando para no resolver nada. Sus aficiones iban de los cuentacuentos a los programas nocturnos de la radio. Visitar auditorios y colaborar en el teléfono de la esperanza.

Nunca buscó una verdad última, ya vendría ella a su encuentro. Cuando le pronosticaron que le quedaban tres meses de vida, hizo todo lo posible porque fueran exactos...

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