miércoles, 17 de octubre de 2007

La transición española

En la historia política española abundan los trajes a medida. Se ha legislado y gobernado mirando más al pasado reciente y al presente que con la vista puesta en el futuro que quisieramos tener. Y es por eso que siempre nos encontramos con deudas no saldadas e injusticias latentes que erosionan la vida pública del país y la confianza de los ciudadanos en el estado. En estos días se está intentando sacar adelante un proyecto de ley que al parecer de muchos reabre viejas heridas: la mal llamada memoria histórica. Los términos políticamente correctos no pueden acallar runrunes por mucho que nos empeñemos en disfrazar la realidad con palabras biensonantes.

Uno de esos momentos históricos que quizás más se tuvo en cuenta el pasado reciente para no mirar al futuro con el valor y el coraje necesarios fue la transición española. Ese modelo político para pasar de una dictadura hacia una democracia sin revanchismos, sólo sirvió para proteger a los usurpadores del poder legítimo popular de la acción de la justicia. Ese modelo político fue diseñado por los cómplices de aquellos y los cobardes representantes populares. Y los representados por estos, fueron asímismo igual de temerosos y tímidos en reivindicar sus derechos y una justicia digna de un nuevo orden que se decía basado en ella. Esa falacia sólo permitió que aquellos que detentaron el poder en los distintos ámbitos de la vida pública, siguieran disfrutando viejas prebendas y no perder el sitio ante las nuevas posibilidades que se abrían. Obviamente, así no se podía garantizar la igualdad de oportunidades.

Aquella generación de entonces legó para el futuro una constitución y un estado de derecho que la mayoría de la población que hoy podría decidir su futuro, no tuvo la oportunidad de hacerlo en 1978. No voy a ser generoso, porque ya ha habido suficientes exégetas de aquellos que participaron en aquel proceso constituyente. Sus virtudes y valores se conocen de sobra. Pero lo que se ha de poner ahora encima de la mesa para no perpetuar una verdad a medias, es que faltó coraje para oponerse a los herederos del anterior régimen y aplicar las medidas necesarias para restaurar la justicia. Había que reparar los daños del franquismo, no debieron conformarse con sustituir un modo de entender el estado por otro. Esto, en cierto modo suponía legitimar lo anterior, con lo que eso conllevaba. Admitir que algunas de las acciones del franquismo fueron positivas suponía y supone decir que el fin justificaba los medios. Esa herencia cultural es un lastre para cualquier democracia naciente, pues precisamente ese viejo principio maquiavélico no tiene cabida en el nuevo modelo político adoptado y aceptado por la ciudadanía de entonces. Y no cabe decir que hubo engaños o chantaje, pues quedaba la opción de negarse a participar de la pantomima, aunque eso supusiese retardar la llegada de la democracia. Tampoco cabe esgrimir un espíritu de reconciliación, pues nadie pidió perdón, las indemnizaciones no han llegado aún y todavía perviven larvadas situaciones de manifiesta injusticia y odios mal disimulados. Que los antiguos déspotas pasaran a ser los nuevos demócratas sin asunción de responsabilidades de ningún tipo es un sapo imposible de digerir para quien tiene conciencia. No sirve de argumento que hubiese una supuesta amnistía general pues aquellos que podían aspirar a ella no llegaban en las mismas condiciones. Hacer tabla rasa suponía mostrar una generosidad por parte de aquellos que habían sido maltratados por el franquismo, y que se asumió como exigencia. Esto fue y es un abuso que pervirtió los valores que se pretendían instaurar.

No me reconozco heredero de la transición. Renuncio a ella como parte de mi pasado. Quiero justicia para con las víctimas del franquismo, y la condena pública de aquellos que se beneficiaron de él. No soy quien para guardar rencor a nadie pues no soy víctima de los abusos de la dictadura. Pero no quiero como legado la transición por lo que supuso de cerrar los ojos, de tragar saliva, de encogerse de hombros, de cruzarse de brazos, de largos silencios... Si la generación involucrada no es consciente de sus errores y que estos han de ser reparados para poder afrontar con valentía el futuro, no voy a ser yo quien los condene por ello. Pero desde luego mostraré mi desafección siempre que tenga oportunidad. Si mi generación renuncia a la oportunidad de restablecer de algún modo la justicia, que en el futuro se olviden contar conmigo para cualquier otra iniciativa. Tuve la fortuna de conocer a mis abuelos, de disfrutar de su cariño y sus enseñanzas. Por todos aquellos que no tuvieron la oportunidad de hacerlo, por aquellos que fueron esquilmados de hasta el orgullo de tener unos apellidos, para todos ellos este artículo y mi más profundo respeto.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

No puedo estar más en desacuerdo contigo, al menos en esta ocasión. Te lo digo desde el respeto y desde la admiración que me produce tu blog. También desde el desconocimiento de tu persona, pues sólo la conozco por tus comentarios en este blog.
Creo que la transición española es un ejemplo de como hacer las cosas con calma, sin fractura, en negociación, esto es, dar y recibir, coger y renunciar,aceptar que no es todo o nada, que se puede convivir siendo diferentes...
Creo que quizás debieramos mirar esos momentos con ojos de estudiante y aprender de cómo se puede vivir en armonía con ideas diferentes. Es imposible que todos pensemos lo mismo pero todos tenemos que convivir y, por tanto, debemos conseguir que sea posible hacerlo aún no siendo iguales.
No creo que se olvidara ni que se perdonase, simplemente se miró hacia el futuro y se intentó avanzar y pensar más en lo que nos podía dar la convivencia pacífica que en levantar de nuevo rencillas y quejas.
La única manera de avanzar es hacerlo sin ganadores y vencidos,es hacerlo en armonía, donde todos ganan algo, donde todos salen satisfechos.
Creo que eso es lo que representa la transición española y creo que es el espíritu que se ha perdido en nuestros días, donde los políticos gobiernan desde su mayoría sin mirar a la oposición, a la que unos y otros vuelven periódicamente y creo, sinceramente, que eso no beneficia a nadie.
Te lo digo desde la perspectiva de uno que no pudo disfrutar de todos sus abuelos, pero que quiere disfrutar de todos sus nietos. No voy a poder resucitarlos, ni serán más inocentes porque un juez diga en el 2007 (quizás 2012 con la lentitud de nuestra justicia)que fueron condenados indebidamente. No necesito que nadie me diga eso, ya lo se.
Miro hacia el futuro y veo cada vez más confrontación, más separación, más imposición de criterios, repito por unos y otros.
Un saludo querido Iñaki.

Iñaki Arbeloa dijo...

Muchas gracias por tu comentario. Me gusta más que mi artículo. Pero no puedo dejar de pensar como pienso. De todos modos, creo que desde el respeto se pueden superar muchas barreras. Más que desde el miedo. Un saludo afectuoso...