sábado, 25 de agosto de 2007

El derecho del autor

Desconozco si un artista puede ser considerado un trabajador. No percibiendo un salario por aquello que realiza, creo que no cabría tenerlo por tal, pero dado el estado de cosas, si no se obtiene un rendimiento económico de alguno de los quehaceres en los que matas el tiempo, o vives de las rentas, o simplemente eres un holgazán. Así que todo aquel que se dedica hoy por hoy al mundo del arte en cualquiera de sus vertientes, ha de obtener unos ingresos que le permitan declarar anualmente a hacienda. El problema es cómo y qué cobrar. En lo del cuánto, entre los que se tienen por consumidores existe una opinión casi unánime en que siempre es demasiado. El mismo parecer se extiende a todo aquel que se dedica a la creación. Así pues, el músico, el escritor, el arquitecto, el investigador, el filósofo, el inventor y otros etecés, ven como es vulnerado su derecho a cobrar por lo que hacen, ¿cómo? Lo que siempre fue falsificación, hoy se llama copia. Cualquiera se cree en el derecho de poseer un ejemplar de una obra o creación sin por ello pagar nada. De nada me valen argumentos como que son productos caros, que los intermediarios se llevan la mayor parte del pastel, o que la cultura y el saber han de estar para disposición de todos. Son argumentos comunistas para un mundo que no lo es. Admiro y respeto a quien voluntariamente accede a compartir lo que hace sin percibir nada a cambio. Pero qué aliciente hay en hacer nada, si aquel que te considera un zángano además se arroga el derecho a robarte en la cara. No hay legitimidad alguna en tener algo de lo que el autor no te ha dado su permiso. No existe un derecho tal que diga que cualquiera puede tener colgado en su salón un Picasso. El arte y cualquier fruto de la creación no son para el disfrute general. Esa es una falacia. Que existan museos o bibliotecas no avalan el atraco a mano armada. Que cientos de artistas se murieran de hambre en siglos pasados no convierten al creador de hoy en cualificado miserable.
Nadie regala su tiempo. Nadie dona el fruto de su trabajo. Si existe el salario, si existe el beneficio, ¿por qué negárselos al artista? Se asume sin asombro que no sé qué deportista gane cantidades ingentes de dinero. Se les admira. Que aquel que descubre cierta vacuna pretenda lucrarse es visto como un acto de sacrilegio. ¿Desde cuándo la solidaridad es un deber obligatorio únicamente para unos pocos?
Detesto el zafio cinismo de la mayoría bienpensante. Me aburren ciertas retahílas que pretenden ser argumentos. Cuando un derecho no es universal, ha de llamarse privilegio. Si no se quiere un cambio de sistema, todos habremos de jugar con las mismas reglas. Si el resultado es injusto, cambiad el sistema.
Hoy, podría haber escrito sobre cualquier otra cosa, pero está en mi potestad decir lo que me venga en gana. Cuando diga lo que queráis escuchar, probablemente os estaré mintiendo.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Señor Iñaki Arbeloa, me sorprende que teniendo un perfil que lo describe con cierto estilo nietzscheano, incluso algo “post-moderno”, tenga un punto de vista tan unidimensional sobre los derechos de autor, más aún si hablamos de la música, arte este donde más áspera está la discusión del tema.
Off course, el autor tiene todo el derecho de querer cobrar por su trabajo, lo que me parece indígnate es que quieran vivir toda su vida, dentro de un sistema como el nuestro, de un trabajo hecho hace años.
Si Dalí, o en su caso quien ostente sus derechos de autor, vende un cuadro, el comprador lo puede poner encima del retrete, hacerle fotos y colgarlas en internet, tirarlo a la basura, rajarlo o incluso cobrar por permitir que otros lo vean. Si lo que se vende es una copia de ese cuadro, pues lo mismo, así como si yo intento hacer la copia de ese cuadro sin pagar un duro, obviamente me saldrá un churro, pero no es moralmente “malo” que yo haga con esa copia lo que me venga en gana.
Cuando yo compro un disco y comparto una canción, pongamos que de Ramoncín, no le estoy robando ni quitando nada a nadie, no estoy haciendo que Ramoncín venga al salón de mi casa a tocar gratis (Dios me libre). Tengo una copia de su obra, obra copiada que hoy no se puede diferenciar del original en nada, y ahí es donde está el problema, en la calidad de la copia, pero que sigue siendo rotundamente distinto del de la falsificación pues no pretende ser algo que no es, o acaso una falsificación es una copia sin el permiso del autor, yo creo que no, como mínimo requeriría ser un copia sin permiso insinuando tenerlo.
Concluyendo, yo no veo a Raúl intentando cobrar algo cada vez que vea un video de esos de "Los mejores 100 goles de Raúl".
En mi opinión el arte ha perdido más con la desaparición de los mecenas, que permitían que el creador se dedicase a crear, que con el supuesto problema de las copias sin perdida de calidad, eso si, en esta frase la palabra “ARTE” no es sustituible por “SGAE”.

Un saludo.



P.D. A ver cuando se pasa usted por el Zaratustra!!!

Iñaki Arbeloa dijo...

Señor no tan anónimo: Ese criterio que usted expone está muy bien si fuera así siempre, pero salvo en la India, todos pagamos por las patentes de las farmaceúticas. Usted paga un canón por la línea de teléfono, peaje cada vez que va por la autopista...
Si la honestidad fuera una cualidad humana, estaríamos de acuerdo que nos bajamos discos y pelis por estar a la última, no por amor al arte. Y estar a la moda tiene un precio. Normalmente caro. No como los tercios en el Zaratustra... En el que pronto nos veremos.