lunes, 27 de agosto de 2007

Reírse de un cuadro

Siempre he pensado que todo puede ser objeto de chiste. Uno puede reirse de todo. Lo creo de veras y ejerzo. Primeramente conmigo mismo y con aquello que más me duele. Creo que es sano desacralizar las cosas, quitarles importancia, relativizarlas. Y si lo hago es con la intención de entenderlas mejor. Todo nace de la necesidad de comprender mejor a los demás y contextualizar lo más adecuadamente mis decisiones.
Sin embargo, las motivaciones de aquellos que nos reímos incluso de lo más sagrado, no son las mismas. De hecho, se puede observar que muchos buscan el amparo del chiste para justificar la burla. Mientras que el chiste necesita de la exageración, salir de la realidad, en suma es un ejercicio en el que la imaginación intenta romper los esquemas habituales, buscar el asombro general, la burla tan sólo pretende poner al objeto de ella frente al espejo y avergonzarlo. El chiste es lo absurdo y lo imposible, la burla es la ridiculización de lo cotidiano. Son dos formas de humor muy distintas, y de hecho, en muchos momentos, dudo que la burla sea una forma de humor, y en todo caso, un tanto onanista.
Creo que es muy distinto no tomarse en serio las cosas a no tomarse en serio a las personas. No me cabe duda ninguna que el universo es una broma que se nos ha gastado a todos: Y aunque muchas veces es para echarse a llorar, algunos inconscientes no podemos sino reirnos sin parar. Y yo, misántropo como soy, siento al prójimo demasiado cerca como para enejenarle su estima faltándole el respeto.

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