sábado, 11 de agosto de 2007

Mala hierba

Cuenta una leyenda de esas que rodean a tantos artistas, que estaban en cierta ocasión Enrique Urquijo y Joaquín Sabina retándose a componer una canción en donde las mujeres y la música dieran veracidad a su merecida fama de crápulas. Todo esto, se dice, estando hasta las trancas, no precisamente de cerveza sin alcohol. Una canción con la misma melodía y letra parecida, pero que en la voz de cada uno de ellos reconocería la autoría hasta la madre que la parió. Y así, mientras la que escribió el Sabina llevó por título "Y nos dieron las diez", la de Enrique Urquijo no pudo por menos que titularse "Ojos de gata". Dos formas de ver el mundo no sé si parecidas, pero el fin residía en disfrutar de los encantos de las mujeres.
Tiempo después, Enrique apareció un día tirado cerca de la calle Ballesta. Zona de putas y heroína, donde también aquí a veces los papeles parecen cambiarse. Y así murió uno de los hermanos que encontraron amparo a su melancolía fundando "Los Secretos". Y aquellos que más que cantar imploraban, quedaron para los restos, a mayor gloria de conciertos homenaje y un sin fin de discos recopilatorios. El pop español se quedó sin el crápula de rostro amable, sin el bueno de los hermanos Dalton.
Contrariamente, aquel que se dio a conocer con un disco que pretendía ser una antología acompañado de una banda llamada "Viceversa", comenzó una carrera en solitario en la que, mientras iba perdiendo la voz, su fama alcanzaba rango de vodevil donde él siempre hacía de malo. Es el truhán simpático que le echa cojones para levantárle la mujer a Fito Páez y la mísmísima Chavela Vargas, además de las concubinas, la intocable botella de tequila... Y mientras todo el mundo le quiere, viviendo se va forjando una leyenda, una más en la que podemos verle en una fotografía imaginaria rodeado de sus amigos y admiradores, y en la que él que nunca perdió una batalla tiene la desfachatez de adoptar la pose del eterno perdedor.
No me extrañaría que un día se arrogara el papel de secuestrador en el rapto de las sabinas...

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