miércoles, 8 de agosto de 2007

¿Qué queremos decir...

Los viejos principios, una vez perdida su vigencia, suelen quedar como muletillas para el lenguaje coloquial. No quieras para los demás lo que no desees para tí mismo, y demás frases de la antología de como ser una buena persona o al menos parecerlo...
Son tantas veces las que se han repetido, que no sólo han perdido su sentido, sino incluso su forma original. Porque, ¿mi libertad empieza donde termina la de los demás? o realmente es ¿mi libertad termina donde empieza la de los demás? Se podría construir toda una tesis alrededor de las diferencias que hay entre una y otra, sus significados ocultos, sus implicaciones prácticas. Instaladas comodamente en el lenguaje cotidiano posmoderno, sólo les falta sofá, tele y mando a distancia... El hecho es que en ambas frases se esconde una libertad encorsetada, una libertad posibilista y pragmática. Que al elegir una u otra se retrate el liberal o el ultraliberal casi ya no importa. La verdad, es que en ellas se habla de una libertad de andar por casa en bata y zapatillas. Cuando el deber ser transfigura en un tengo que hacer, y las prisas terminan por contaminarlo todo, tiene poco sentido hablar de los viejos principios...
De hecho, creo que de los viejos principios más bien hay que hablar poco. Porque existe una necesidad convulsa en el teórico sutil de transformarse en dogmático del derecho y sin necesidad alguna de enfundarse uniforme. Porque el manoseo de las palabras por las hordas de charlatanes y expertos del "a mí me parece", sólo esconde ese miedo a dejar que campe la libertad por entre nosotros, mientras nos pensamos qué podemos hacer y qué no, esto último sin que nadie se entere.

1 comentario:

Alvaro G. Loayza dijo...

Querido Vaskolla!!!!!

Enhorabuena por tu blog, es un palimpsesto variopinto en el cual sobre todo se reconoce el insobornable trazo de su autor.

A seguir con esto, con dos cojones, como sólo en Pamplona se aprende!!!

Saludos y abrazos desde Lapazcity!!!!