sábado, 29 de septiembre de 2007

Abuso de poder


Mi desconfianza hacia todas las instancias que representan a alguna de las parcelas de poder va más allá de una forma de ser. Creo que al ciudadano de a pie sólo le queda como única arma para defenderse de los abusos de dichas instancias, el permanecer vigilante y denunciar tales abusos. Porque a pesar que existe una división real de poderes, no es menos cierto que tienden a protegerse entre sí. Así pues, el poder político, judicial, económico, mediático o las fuerzas de seguridad, mantienen lazos entre sí que conforman una red invisible que constriñe al ciudadano para convertirlo en mero observador o peón al servicio de sus intereses.

En los últimos días se han producido un par de noticias en torno a la policía que pone bien a las claras como en el ejercicio de los derechos no prima en modo alguno la relación de equidad, tan necesaria para la sana convivencia entre todos, y que socavan la credibilidad de las instituciones.

El ministerio del interior ha tenido a bien recomendar a las fuerzas de seguridad lucir en lugar visible y claro el número de identificación por cada policía. Algo que tenía que ser de obligado cumplimiento, del mismo modo que todo ciudadano debe portar siempre su documentación y exhibirla ante la autoridad siempre que le sea requerida por esta, resulta que cuando se van a cumplir 30 años de la actual constitución todavía existe una indefensión de la gran mayoría y un abuso de poder por parte de quienes pagamos para protegernos. No hay justificación alguna que pueda sostener o amparar el mantenimiento de tal anomalía. El pueblo queda reducido a populacho.

La segunda noticia, tiene que ver con la forma de reivindicar sus derechos la policía nacional. Por muy justas que fueran, el agravio comparativo con todos aquellos que alguna vez han pretendido ejercer su derecho de manifestarse y se les ha denegado por la autoridad gubernativa es muy grande. No parece muy justo que los policías, sin haber obtenido permiso alguno, corten la Castellana en Madrid; y parece más injusto todavía que quienes tienen que restaurar el orden, esos antidisturbios incapaces de tener miramientos con nadie a la orden de "a por ellos", terminen abrazándose con sus compañeros manifestantes. Es una vergüenza. Han convertido el orden de garantías jurídico en una pantomima. Y nadie tomará cartas en el asunto. Siempre he defendido el derecho de sindicación incluso para los militares. Pero está visto que aquellos que reciben la responsabilidad de portar un arma para garantizar la seguridad del estado, no están preparados para defender con justicia el sistema de valores vigente. Reclamando del modo en que lo han hecho, han pisoteado los derechos de los demás. De este modo no consiguen sino más incomprensión por el resto de la sociedad.

Y es que aquellos que están integrados dentro de un poder fáctico, tienen la responsabilidad de ser absolutamente escrupulosos en todas sus acciones. De lo contrario, la credibilidad en as instituciones se desvanece, y el tejido social se va construyendo en base a relaciones de componendas. La corrupción es el fruto de todas esas actuaciones.

No se puede pedir que el ciudadano deposite su confianza en estas condiciones. Desde luego, la mía no la tienen. Son las convicciones personales y no los hechos del día a día quienes todavía sostienen este castillo de naipes. Más les valdría a quienes tienen algún poder de decisión ponerse al servicio de lo que dicen defender y proteger. A esto se le habría de llamar caos. No confundir con anarquía.

No hay comentarios: