viernes, 21 de septiembre de 2007

El sabelotodo

Encima de la mesa tenía un montón de papeles, todos con datos muy dispares. Iba más allá de las churras y merinas, de la velocidad y el tocino. Se podría decir que había sucumbido a la tentación de ir má s allá de lo casual. O que su capacidad de abstracción le permitía ir de la mano del azar. Es como si el orden y el caos no tuvieran misterio para él.

Se movía entre lo plausible y lo probable con la cadencia de la costumbre. Donde había un misterio enunciaba una ley. Cada indicio o sombra de duda eran susceptibles de ser un principio. Una premisa podía darse a cualquier hora de la mañana. Sus certezas eran los verbos irregulares. Su verdad, no le permitía salir de casa.

2 comentarios:

Alvaro G. Loayza dijo...

Se me hace que hablas de un señor muy omnipotente, poco omnisciente, muy callado, pero igualmente catarro. Saludos!!!

Iñaki Arbeloa dijo...

Si te soy sincero no le tengo puesto rostro al sujeto, de echo podría ser cualquiera. Basta con tener aptitudes para el descanso, legislar de manera concisamente confusa, y la rara habilidad de quedarse solo.

Un abrazo...