viernes, 28 de septiembre de 2007

Un día más no es un día menos

Uno no sabe muy bien cuando empieza a ser un anacronismo. No sé si tiene algo que ver el tan renombrado complejo de Peter Pan, pero no deja de ser cierto que esa resistencia a ver como la imagen que te devuelve el espejo es cada día diferente le crea a uno la falsa sensación de tiempo detenido. Supongo que cada edad tiene sus acontecimientos, pero nunca fui de los que tuvo prisas por nada. Tal vez sea por ese orden de prioridades cuyo caos me es imposible de descifrar. Aunque supongo que seguir soñando con ser astronauta es algo más que una quimera una vez que pasas de los treinta. El día que pretendes acceder a una de esas ayudas del estado para jóvenes y tu DNI te delata, debe ser como comer un bocata de polvorenes sin siquiera la ayuda de un vaso de agua.

Pero bueno, uno todavía se ve con las facultades suficientes como para realizar unos estiramientos sin que le duela el cuerpo. Aunque ya estoy pensando en pasarme al taichi. Siempre puedo decir que es una manera muy cool de mantener la armonía entre mi cuerpo y mi mente. A los que todavía saben resolver una raíz cuadrada sin necesidad de calculadora puede resultarles frustrante saber que los planes de estudio tienen hoy nombres diferentes a los de su infancia. Aquellas matemáticas no sirven ni para resolver sudokus.

Y aunque he tenido que cambiar el café por el colacao, ya no soy capaz de desayunar más de cuatro galletas. Los hijos de mis amigos tararean las canciones de moda mejor que yo. Si trastabillo cuando bailo ya no es por culpa del par de cubatas de más. Casi no quedan jugadores de fútbol en activo con mi edad. Ya no sueño con tener un descapotable. A veces mis poemas riman.

En definitiva, me hago mayor aunque no me lo quiera creer. Y de hecho, ya no puedo decir que no tengo la edad que represento. A veces me dicen señor y ya no les corrijo. Pero bueno, supongo que tiene que ser así.

Pero creo que hay ciertas cosas que no se pierden si uno no quiere: la capacidad de rebelarse, la osadía del que espera algo mejor, la curiosidad del que no lo sabe todo, la franqueza de aquel que no analiza su vida en clave de éxitos o fracasos. Está visto que por mucho que salga el sol por el este, cada mañana da pie a un día distinto. A disfrutarlo toca...

3 comentarios:

Meri dijo...

Te confesaré algo...Si por mi fuera me hubiera quedado en los 19 años o asi..a partir de entonces todo ha ido a peor..mas responsablidades, menos fiestas..ese deber de tenerme que hacer un hueco en la vida..

Eso si, si de verdad uno tiene unos ideales o se rebela contra lo que considera injusto con el paso de los años si esos ideales estan aferrados a su personalidad solo hacen que consolidarse.

Eso de que porque cumplas años tengas que ir con corbata y parecer más serio, y que las reivindicaciones son cosas de jovenes inmaduro, y que los ideales se curan con la edad es una mentira muy gorda.

Los sueños e ilusiones quedan intactos al paso del tiempo...porque de ilusiones..tambien se vive.

Saludos!

Iñaki Arbeloa dijo...

Resisto llevando la camisa por fuera. Pero no sólo es hacia afuera hacia donde se debe mostrar la integridad, esa manera de ser de cada uno. Creo que son muchas más las ocasiones en las que uno se debe reafirmar ante sí mismo. Y no creo que sea una cuestión de pura cabezonería. Tal vez no sean necesarias muchas certezas para moverse por el mundo, y menos si eres de aquellos que practicas la autocrítica. Pero sí que conviene una vez revisadas, ponerlas en juego.

Hasta quedándose encerrado en casa, uno puede moverse por el mundo.

Saludos...

María de Lourdes Ruiz Pavón dijo...

yo nací en el 61 y que te puedo decir, el tiempo pasó muy rápido.