domingo, 9 de septiembre de 2007

Isaac Bashevis Singer


En demasiadas ocasiones se suele decir que el literato, de un modo u otro, escribe desde la experiencia personal. Si así fuera, supongo que hay muchos ejemplos de obras que despertarían la curiosidad sobre la vida del autor. Personalmente, a mí el universo de I.B. Singer me llenaría de inquietud si doy por cierta la frase inicial.

El judío aleman que escribía en yiddish, incluso el periódico que fundó en Nueva York, hizo de sus cuentos y novelas una suerte de reinterpretación de la mitología hebrea, de las relaciones de los hombres, creyentes o no, con dios. No sé si un agnóstico puede ejercer el realismo mágico. Ignoro el grado de compatibilidad del ateo con el surrealismo. Desconozco si el creyente puede encontrar acomodo en el costumbrismo. Para Singer, todo era posible. El azar como cantidad no mensurable de posibilidades, brinda la oportunidad a un cierto "aquí vale todo" de andar por casa. Ese mismo azar y la poética del caos nos lleva a ese ideal del "todo es posible" si puedo soñarlo.

Leer al que fuera venerable y respetado premio nobel, le lleva a uno a cuestionarse su relación con dios. No en la certidmbre de este ni en sus fundamentos, sino para matizar la frase más conocida de Guillermo de Ockham que venía a decir aproximadamente que aquello de lo que nada se puede saber es mejor no decir nada. Singer no aporta ningún dato, fidedigno o no, sobre la existencia de dios. Expone a sus personajes en su relación con él para no resolver nada. Y a base de probar posibilidades inciertas consigue la demostración de su universo. ¿Cómo consigue llenarlo de poesía? La solución está en la vida, no en su forma de contarla.

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