domingo, 2 de septiembre de 2007

Para ganar al Trivial no hace falta ser ingeniero


Son demasiadas las causas perdidas como para que nadie decida hacer de quijote. Aquellos que dividen el mundo entre ricos y pobres ven más factible el advenimiento de una especie de Robin Hood que todo lo solucione. No sé cual podría ser el sitio para lo que se conoce por compromiso intelectual en un escenario como este. La realidad es que ante tanto ruido, el discurso deriva en monólogo, la opinión en creencia y la voz ora es murmullo, ora es grito.

El término de intelectual acoge cada vez un espectro más amplio de personalidades y profesiones. Es decir, cada es más difuso. Hasta no hace mucho (hasta el desarrollo de la propaganda), aquellos que merecían tal denominación eran aquellos sectores más avanzados y que principalmente desarrollaban su actividad en el mundo del arte, el magisterio o la filosofía, y con un profundo interés por todo lo que tiene que ver con el ser humano. Hoy, han sido sustituidos por el especialista, por el experto. Y ocurre como con el libro de los Guinnes en los que hay un record para todo. Curiosamente, lo que no aparecen son soluciones.

Vistas así las cosas, el único compromiso que cabe es con uno mismo. Obviamente, el diálogo se hace más confuso y se diluye hasta no acabar, para no llegar a ningún sitio. La honestidad está salvaguardada, pero se echa en falta algo más. No, no creo que se trate de enarbolar ninguna bandera con la que acaudillar a los que la sigan. No veo en unas cuantas frases geniales el modo de convencer a los indecisos o a esos que en las encuestas siempre responden "no sabe/no contesta", no se vaya a descubrir que su secreto reside en que precisamente no piensan. Si tuviera que apostar por una solución sería una que tuviera en cuenta que la belleza consiste en luchar por un mundo mejor, que la educación es la herramienta principal para aprender de los errores, que por mucho que se sepa nunca se sabe demasiado.

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